UNA CASA CON VISTA AL MAR
Solamente una mirada y el sabio uso de las palabras descubre ojos de intenso gris verdoso, con labios carnosos y timidez elocuente de quien se siente amarrado al único sombrero que por instantes puede brindar una oferta única de cariño desmedido, en principio de manera protocolar y hasta temerosa, pero única e ingenua, hasta llegar a abrirse a la locura de demostraciones de afecto e impotencia por carencia de protección.
Difícil realizar escalas de prioridades sin desgarrar los valores que mantienen viva al alma, los principios de amor que nutren la falta de zapatos o comida, que nutren sueños de mar. Ballenas inclementes, bueyes imaginarios, árboles inventados, oh, imaginación! Tu siempre tan eficiente y devastadora, tan audaz y tan cruda. Quizá hay acciones que juzgaríamos de inexactas, incompletas e incorrectas, pero habría que ver cuanto se puede contener en el alma cuando está cargada, cuando aprisiona sin cesar, definiendo la inutilidad e indeficiencia de una defensa ficticia, pautada. Y entonces el estallido sin culpa pero con consecuencias, la única salida observable. Y la soledad, tan dura, tan rápida, tan nutritiva y a veces tan malvada.
Está también el observador pasivo, que se arruga de tristeza ante lo que ve, que espera por una oportunidad de activación inconsciente, que la consigue y la utiliza con sus parámetro de acción, liberándose así con la liberación del otro, sintiéndose lleno por el cambio de paisaje, siendo bueno, honesto, queriendo. Pero el sombrero aparece nuevamente con sorpresa alusiva al valor, con resultados tiernamente esperados que convierten a la soledad en la mejor compañera, en el mejor resultado
Difícil realizar escalas de prioridades sin desgarrar los valores que mantienen viva al alma, los principios de amor que nutren la falta de zapatos o comida, que nutren sueños de mar. Ballenas inclementes, bueyes imaginarios, árboles inventados, oh, imaginación! Tu siempre tan eficiente y devastadora, tan audaz y tan cruda. Quizá hay acciones que juzgaríamos de inexactas, incompletas e incorrectas, pero habría que ver cuanto se puede contener en el alma cuando está cargada, cuando aprisiona sin cesar, definiendo la inutilidad e indeficiencia de una defensa ficticia, pautada. Y entonces el estallido sin culpa pero con consecuencias, la única salida observable. Y la soledad, tan dura, tan rápida, tan nutritiva y a veces tan malvada.
Está también el observador pasivo, que se arruga de tristeza ante lo que ve, que espera por una oportunidad de activación inconsciente, que la consigue y la utiliza con sus parámetro de acción, liberándose así con la liberación del otro, sintiéndose lleno por el cambio de paisaje, siendo bueno, honesto, queriendo. Pero el sombrero aparece nuevamente con sorpresa alusiva al valor, con resultados tiernamente esperados que convierten a la soledad en la mejor compañera, en el mejor resultado
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