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Rebeldía extinta

Rebeldía extinta

Está claro que al momento de componer impera cierto cúmulo de factores importantes; quizás el de más relevancia sea el entorno en el que inmersos están, quienes en condiciones de amateur-aprendiz-profesional-luthier, hilan notas con frecuencia. Partiendo de este punto, sabemos que el hombre, desde su arista melódica, siempre ha tenido material suficiente para componer, desde las sonatas de Mozart y el swing de Benny Goodman hasta el minimalismo de Björk constan de la misma propiedad. Siempre el espacio tanto físico como temporal de los artistas es influyente. La música, entonces, será una fotografía de un mundo exterior a través de vivencias particulares de sus ejecutantes. En respuesta a esto la música ha tomado muchos matices, uno de estos sería forma de protesta y llamado de atención. Los setenta vieron moldear la expresión máxima de rebeldía a mano de cierto grupo de jóvenes, de vagos, de punks. 

Este movimiento social que creció bajo el nombre de “punk”, en Gran Bretaña en primera instancia, fue una forma de protesta dura hacia todo lo abarcado por el establishment. Tuvo como cabecera bandas como The Damned, The Ramones, The Clash y quizás una de las más recordadas, The Sex Pistols. 

The Sex Pistols es el lugar común del punk, el sitio al que llega cualquier aficionado por adoctrinamiento tácito más que por error. Icono. Esta banda británica formada en 1975 tuvo como integrantes al cantante John Lydon (Johnny Rotten), al bajista Glen Matlock, como guitarrista Steve Jones y en la batería Paul Cook. En 1977 Matlock fue sustituido por Sid Vicious. “Never mind the bollocks” sería su única placa discográfica, por cierto, considerada una de las placas más importantes del movimiento rock. Concluido el punto formal-académico. 

El fenómeno punk en ocasiones es erróneamente observado y analizado bajo perspectivas superfluas que extraen sólo la violencia expresa, pero acciones como tocar líricas punzantes en las propias narices de la realeza o mandar a joder, literalmente, a un moderador en horario estelar, no significaban rebeldía sin causa sino ruptura de esquemas. En retrospectiva, Sid Vicious es el abanderado fortuito del movimiento, su vida, que transcurrió en un ambiente familiar inestable lleno de heroína para la venta, caos y música; devengaría en un supuesto homicidio a su novia Nancy Spungen, situación que jamás se esclarecería y que llevan a Sid a juicio, luego a libertad condicional, luego a una sobredosis de heroína aderezada con una nota de suicidio. Todo esto fue cinematográficamente recogido por Alex Cox en su largometraje “Sid and Nancy – love kills” en 1986. 

El punk si bien abarcaba todo un estereotipo físico en donde predominaba el cuero como textura y las cadenas con aires sadomasoquistas, representó para los jóvenes de la época un punto de identificación plasmado en violencia en muchos casos desmedida; desde la visual fáctica, resulta absolutamente comprensible su impacto debido a que se encuentra inmerso en una época que destacó por el grado de pureza de sus melodías. En contraste con lo ocurrido en nuestros días, la simpleza y disonancia armónica ya eran símiles de algo. El punk reventó en los oídos de quienes así lo quisieron, y a diferencia de actuales tiempos de reciclaje, no era mezclable, mucho menos con elementos POPulares. 

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